Personalmente, no soy admirador del genero vallenato, soy de Santa Marta, curiosamente una de las mecas del vallenato en el pais, y aun asi ese genero no me atrapo mucho que digamos, de vez en cuando oigo varias canciones de este genero, pero nunca lo he sentido algo mio que digamos; esta nota decidi hacerla no para gritar a los cuatro vientos mis intereses musicales, sino que decidi hacerla para comentar una situación que en lo personal me llamo la atención y me parece un asunto un tanto ninguneado en varios aspectos: "La defensa del folclor original contra los vaivenes de la industria musical"
Esto es lo que en estos meses esta haciendo el señor Ivan Ovalle, un conocido compositor vallenato que lleva tras de si una respetable trayectoria y muchas canciones que son muy conocidas en el vallenato, una de esas canciones, compuesta por el mismo, incluso fue galardonada como "Mejor Canción Inedita" en 1994.
En detalle el señor Iván Ovalle se cansó de estar callado. No aguantó más el brincoleo repetitivo ni el melifluo romantiqueo. Ambas corrientes del vallenato, con los años, reemplazaron la jocosa vertiginosidad de canciones como Parranda, ron y mujer, y el sentimiento transparente de temas como Noches sin lucero. La esencia de estas composiciones la suplantó una estética post-reguetónica millenial de canciones como La borrachera y Materialista, lejanas, en el tiempo, del vallenato tradicional.
Lo dicho no es ninguna novedad. Todos los que crecieron bajo el influjo de la puya, el son, el merengue y el paseo(70, 80, 90 los no millenials) —ampliemos el universo: el porro, la cumbia, el bullerengue, el fandango— saben que algo no funciona en la música que hoy se promociona en las emisoras. Todos saben que eso que suena en un escenario de luces robóticas y bailarinas donairosas no es vallenato. Pero, a la luz de los que hoy dominan el mercado musical del Caribe, lo importante es pegar y como eso es lo que pega, pues hagámosle. La inconsciencia se vuelve norma.
Ovalle reconoce que muchas veces se siente agredido y que los comentarios insultantes son más en comparación con las voces de apoyo. También afirma que detrás de estos artistas hay mucho dinero y que no es fácil acabar con una industria tan poderosa. Otra vez: la inconsciencia se vuelve norma y la fiesta continúa.
Nadie duda del lugar de Iván Ovalle en la música vallenata. Sus canciones han sido grabadas por los más grandes intérpretes del género: Pocho Zuleta, Diomedes Díaz, Iván Villazón, El binomio de oro. Muchas de sus canciones son conocidas por dos generaciones de colombianos. Actualmente, él mismo recorre el país cantando, en plazas y fiestas privadas, los más de 200 éxitos que le ha dado al folclor de esta tierra durante 25 años de vida musical. Volver a la ternura, La fuerza del amor, El payaso de la esquina son solo algunos nombres de una larga lista de éxitos que permanecen indelebles en la gente del Caribe y de Colombia.
Su voz de descontento no era la única. Ya en los márgenes, lejos de los grandes escenarios, estaban los trabajos de los cantautores Adrián Villamizar, Rosendo Romero y Santander Durán Escalona. Fueron ellos quienes lideraron, en mayor o menor medida, el proyecto ante la Unesco. Ellos solos —sin apoyo de esa empresa privada, de ese negocio familiar, llamado Festival de la Leyenda Vallenata, y contra la incrédula desidia de empresarios, intérpretes y disqueras, que en últimas son los que se llevan todo el billete que produce el vallenato en Colombia— lograron que esta música del Caribe sea patrimonio inmaterial de la humanidad y exista un plan de salvaguardia creado por ellos mismos.
Vease el citado plan aqui: http://www.mincultura.gov.co/prensa/noticias/Documents/Patrimonio/16-La%20m%C3%BAsica%20vallenata%20tradicional%20del%20Caribe%20colombiano%20-%20PES.pdf
En la música de este tiempo —como en la vida de este tiempo— el negocio es permanecer callado. Y mucho más cuando eres compositor de un género que nació entre la complacencia de compadres. El compositor vive de que le graben sus canciones y de que estas posteriormente peguen en la radio. Por eso cuando uno de ellos decide señalar con nombre propio a los que hoy vierten a la basura el trabajo de más un siglo de folclor, arriesga no solo su profesión sino el pan de todos los días.
Ovalle comenta al respecto: “No me da miedo decirlo. En estos momentos, la música vallenata está dando un salto al vacío, vamos directo a un despeñadero del que no podremos salir tan fácilmente”, señaló el compositor.
Ovalle reclama que los autores están creando letras sin contenidos, con melodías y armonías que no caracterizan la música ancestral, y son más parecidas al pop y a la balada. “Es decir, a música foránea que son las que nos pueden llevar al precipicio”, sostuvo.
Y pone un ejemplo concreto: “en el último trabajo de Silvestre Dangond parece que estuviera cantando Marc Anthony o Eros Ramazotti, no el urumitero"
Eventualmente, su peculiar pero valiente cruzada ha recibido diversas respuestas
Rolando Ochoa
Kvrass
Y Obviamente, Omar Geles
Eventualmente, el señor Ivan Ovalle no se quedaria con la espinita clavada, y les respondio a estos sujetos de la forma en que mejor sabe hacerlo, cantando
Ivan Ovalle en una entrevista con el señor Victor Moreno Pineda:
—Los compositores actuales no son eruditos, no tienen la sapiencia necesaria para escribir una buena canción, no leen —vuelve a arremeter— Esta nueva generación no tiene idea de cultura y no saben cómo adornar un verso con una metáfora. Por eso se dejan llevar por los intereses de los artistas que están pegados. Estos les dicen “hazme una canción que diga esto y que hable de esto, y que se pegue en la discoteca” Y como ellos llevan esa ansia de dinero y de fama la hacen rapidito. Toman de aquí y de allá y allí está el éxito.
Pegar como sea. Parece que eso es lo más importante en el vallenato. Hace un tiempo escuché una entrevista en la que Felix Carrillo hablaba de que el género iba a estar, a la vuelta de los años, en el centro de las músicas de América Latina. Esto lo han ido consiguiendo, poco a poco, los artistas que surgieron del vallenato, no así el género. Estar pegado tiene sus costos, el más evidente de todos es estar al servicio de los vaivenes del mercado. Ese mismo deseo de estar pegado, de seguir vigente, es lo que ha hecho que Jorge Oñate grabe canciones tan desalentadoras como La aplanadora, que Silvestre Dangond sea como Madonna, transmute con el paso de las producciones y que el mejor compositor de este tiempo sea Omar Geles.
Omar Geles será recordado por Los caminos de la vida. Después de esa canción, y de una que otra de sus primeros años, el resto es palabra anodina, verso cojo. El tipo es un mercader del folclor, un paridor de éxitos. Eso de estar siempre pegado lo aplica Geles a la perfección. Por eso se ha metamorfoseado con los años y hoy se bambolea al ritmo de los tiempos ¿Versatilidad, ingenio? No. Negocio.
Los caminos de la vida es, pese a la sintaxis desastrosa, una canción sincera. Después de esto Omar Geles —gran acordeonero— empezó a manufacturar éxitos en masa de acuerdo con las necesidades del mercado. Cuando estaba de moda que las mujeres cantaran, compuso canciones para ellas (Tarde lo conocí, Me dejaste sin nada). Fue Omar Geles quien hizo más profusa la tonadilla edulcorada de las canciones románticas. Fue el primero en aprenderse el molde de la “Nueva ola” y, empezó a botar baratijas del estilo Te dejé (Peter Manjarrés), Aquí va ve vaina (Kvrass), La aplanadora (Jorge Oñate), Me gusta, me gusta (Silvestre Dangond), No puedo (Kvrass).
Iván Ovalle ha querido reemplazar las críticas por acciones. Por ello, desde hace unas semanas promociona el Movimiento Cultural Activo. Bajo esta etiqueta pretende pasar del activismo en las redes a las acciones en la cotidianidad. “A partir de hoy, por cada artista vallenato que grabe en ritmos extranjeros, vamos a prender una vela en la Plaza Alfonso López”, comento.
Yo soy pesimista, yo creo que la máquina de parir éxitos seguirá andando, que el negocio ya está montado y que difícilmente se podrá hacer algo para cambiar lo que ocurre con el folclor. En este sentido se dirige mi última pregunta al maestro Iván.
—¿Ante este panorama tan desolador, ante la muerte de los grandes ritmos musicales de América Latina, ante la uniformización de la estética musical, ante la payola, ante la piratería, ante los mercaderes del arte, hay alguna posibilidad de salvar el vallenato?
—Yo veo una luz al final del túnel— me responde con una frase hecha—. Esa luz es el Plan especial de salvaguardia. El Plan debe hacerse extensivo al porro, a la cumbia, al currulao y a todos los ritmos de Colombia. Si el plan se ejecuta, el futuro del vallenato está asegurado. Pero para ello debemos seguir el ejemplo de países como México que hoy regula la programación musical de las emisoras y garantiza que un 50% de lo que se escucha en la radio es de artistas nacionales. El MinTIC, así como obligó a las emisoras a poner el himno nacional a las seis de la mañana y a las seis de la tarde, debe hacer lo mismo con los géneros musicales tradicionales de Colombia.
La razón última que me da Iván Ovalle en su lucha me resulta más contundente y más válida: “A mí me duelen los niños que hoy crecen escuchando un ritmo que no es el vallenato, son ellos los principales afectados. Los viejos artistas ya dejaron la plana hecha, y les corresponde a los nuevos llevar el vallenato a todos los rincones del mundo, pero el vallenato de verdad”.
Creditos: Las 2 Orillas, Victor Moreno Pineda y El Tiempo
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